CICLO RETROSPECTIVA

La edición 2023 de “Retrospectiva”, ciclo organizado por Montevideo Audiovisual que busca replantear miradas audiovisuales sobre el pasado reciente, es uno de los puntos fuertes de la programación de cine en espacios culturales de los 8 municipios de la ciudad.

“Retrospectiva: A 50 años del Golpe de Estados” incluye 12 películas y más de 70 proyecciones gratuitas que se podrán ver durante mayo y junio en la red de salas y centros culturales de la Intendencia de Montevideo y en algunos espacios del departamento de Canelones. 

El ciclo cuenta con la reseña del crítico de cine Guilherme de Alencar Pinto, quien presentará las películas a exhibir en la Sala Zitarrosa, mientras que en varias de las funciones en los barrios contarán con la presencia de integrantes del equipo de realización de las películas quienes estarán disponibles para intercambiar y reflexionar con los espectadores.

Películas: A las cinco en punto de José Pedro Charlo, Decile a Mario que no vuelva de Mario Handler, D.F. Destino final de Mateo Gutiérrez, El almanaque de José Pedro Charlo, Febrero amargo de Agustín Lorenzo y Gastón Goicoechea, Migas de pan de Manane Rodríguez, Mundialito de Sebastián Bednarik, Otra historia del mundo de Guillermo Casanova, Por esos ojos de Virigina Martínez y Gonzalo Arijón, Sara Méndez de Sara Kochen y Villa Olímpica de Sebastián Kohan.

Centros culturales y salas: Terminal Goes, Alba Roballo, Artesano, Florencio Sánchez, Malvín Norte, El Hornero, Casa de la Pólvora y Parque del Plata (Canelones); La Experimental de Malvín, Castillo Idiarte Borda, Sala Lazaroff, Sala Zitarrosa, Complejo Sacude, Complejo Crece Flor de Maroñas, Teatro de Verano de Colón, Parque de los Fogones, Casa de la Cultura del Prado y Cedel Carrasco.

Toda la programación se podrá ver en la Agenda Cultural de la Intendencia de Montevideo y en el Dossier que se encuentra disponible para descargar.

Trailer: A 50 años del Golpe

Reseña de Guilherme de Alencar Pinto:

Creo que no fue a propósito, pero la cifra de doce películas que integran esta muestra replica la de los doce años que duró la dictadura que tuvo inicio hace cincuenta años, con el golpe de estado de junio de 1973. Estas doce películas son tan sólo una fracción minoritaria del corpus considerable de la filmografía sobre la dictadura uruguaya.

Esta muestra puede operar de múltiples maneras. Puede ser, por un lado, una herramienta para conocer, recordar, presentizar y generar reflexión sobre múltiples implicancias del asunto dictadura. Aquí tenemos un relato del preludio que fue el casi-golpe defebrero de 1973 (Febrero amargo), la huelga general que siguió al golpe de junio (A las cinco en punto), múltiples aspectos de la opresión sufrida en aquellos años (la persecución en Otra historia del mundo, la prisión en Migas de pan y El almanaque, el exilio en Villa Olímpica, el asesinato político en D.F.: Destino final, la tortura y la desaparición en Sara Méndez, y el abordaje holístico de Decile a Mario que no vuelva —que agrega, además, la opresión cotidiana a la población «común»—), un gran emprendimiento apoyado por el gobierno dictatorial y la vuelta de tuerca representada por la victoria del No en el plebiscito de 1980 (Mundialito), la búsqueda de verdades expresamente ocultadas bajo un complejo manto de complicidades (Por esos ojos, Zanahoria y, nuevamente, Sara Méndez).

Si estas películas —cada una de ellas y la muestra en su conjunto— componen un mosaico panorámico de la dictadura, se puede decir también que el asunto común dictadura es una referencia para apreciar la diversidad de maneras y posturas del cine uruguayo. Hay más de un cuarto de siglo entre Por esos ojos (1997) y Villa Olímpica (2022). Hay películas realizadas con envidiables recursos de producción y otras hechas a pulmón, movidas por la necesidad de mostrar y decir y la confianza en el valor de mostrar y decir. Hay documentales y ficciones. Algunas parten de formas convencionales, otras arriesgan planteos formales únicos, en especial Decile a Mario que no vuelva. La gran mayoría de los cineastas representados en la muestra empezaron su actividad cinematográfica después de la dictadura, pero el veterano Mario Handler, nacido en 1935, empezó varios años antes del golpe de estado. Varios de esos realizadores vivieron experiencias similares a las que retratan: algunos sufrieron prisión y tortura, o padecieron exilio y persecución, o son familiares cercanos de víctimas directas, mientras que otros decidieron abordar el asunto como una forma de acercamiento a esos hechos determinantes en la historia del país. Hay mayoría de cineastas varones, y es significativo que, conscientes de su posición minoritaria, las tres autoras mujeres representadas en la muestra se concentren en personajes femeninos y situaciones que involucraron específicamente a mujeres. La mayoría de las películas son uruguayas, pero Sara Méndez es una producción argentina, y Villa Olímpica, que figura en la muestra con un estatus de película invitada, es chileno-mexicano-argentina y no se ocupa directamente de la dictadura uruguaya, sino en forma más general de los exilios de latinoamericanos en Ciudad de México.

Más allá de los valores informativos, de cuestionamiento y de interpelación que tienen estas películas, y del posible compromiso moral con el cine uruguayo y latinoamericano, uno puede elegir ver esas películas por la prosaica motivación de disfrutarlas. Son, para nosotros, una profunda fuente de emoción. Obvio que hay en ellas mucho dolor, hay indignación y amargura (también los hay en Titanic). Pero también están llenas de sorpresas, de constataciones inesperadas, de actos de heroísmo de una dimensión inaudita, y aun más porque a veces se trata de un heroísmo colectivo casi utópico. Vemos lugares familiares y rostros familiares, y descubrimos en ellos aspectos nuevos. Existe un superego que nos condiciona a cierta noción masoquista de que abordar asuntos vinculados a la dictadura obliga a una actitud circunspecta, solemne, reverente, cabizbaja, y que tenemos que cruzar ese bajonazo por un militante sentido del deber. Sin embargo, las emociones que estas películas revuelven, en especial para quienes estamos tan cerca de esas ocurrencias, personajes y

lugares (por ejemplo, todos quienes vivimos en Uruguay), no difieren tanto de las que moviliza cualquier película que uno ve para entretenerse. Hay material en cada una de ellas para acaparar la atención, generar identificación, despertar amores y broncas, para hacer que el tiempo pase volando y hacer vibrar un amplio rango de fibras emotivas. Quizá tanto o más que cualquier otra película de la cartelera comercial.